1º Descalzarse en casa ajena:
Una de las costumbres más frecuentes es que te obligan a descalzarte según
entras por la puerta.
Una de las principales razones por la que lo hacen
es porque la mayoría tienen suelos de madera y para evitar que este se estropee
o simplemente por no manchar cuando ha llovido/nevado.
Así que cómprate unos bonitos calcetines para
sacarlos a relucir en tus citas más importantes ya que aquí se muestran antes
los pies que otras cosas.
2º No tener persianas:
Es una de las cosas que más me ha costado asimilar y que de vez en cuando
reprocho o echo en falta de España. Pues normalmente los primeros rayos
aparecen a las 07.00, entre semana está bien pues tienes que levantarte, pero
los sábados y domingos esos rayos son el propio demonio.
Consejo : Cómprate un antifaz de esos que te cubren
los ojos, por lo menos te aseguras dormir un par de horas más.
3º La intimidad: No
te asustes si ves a tu vecino/a como dios le trajo al mundo pues aquí es tan
normal. Más de la mitad de las personas no tienen ni cortinas. Tú estás en tu
habitación y tienes que ponerte de tal forma para que no te vean cuando te
cambias de ropa.
Anécdota: Un día me asomé por la ventana pues estaba
nevando y de repente vi a la vecina tal cual desnuda paseando por la casa.
Consejo: Poner sábanas u otras telas ya que también
hay muchas puertas de habitación que no tienen pestillo y son de cristal,
ocasión apropiada para que vean tu cuerpo serrano.
4º Los saludos: ¿Dónde
está la sangre española e incluso la italiana o latina? Se nota que por las
venas de los austriacos no corre ese tipo de sangre. Cuando nosotros damos dos
besos (presentaciones a gente, familiares, etc) ellos te dan simplemente la
mano. Ahora que me paro a pensar, aún no he visto a la gente darse un abrazo
como forma de saludo.
Anécdota : Un sábado había quedado con una amiga y
esta estaba acompañada por una amiga suya, nos presentó y salió de manera
espontánea mi mentalidad austriaca dándola la mano en señal de presentación en
vez de dos besos. La chica se quedó cortada, la otra se reía y yo intenté
disculparme como pude.
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